Cuando la moda abre una profunda herida peruana

Por Laura Bustamante

La moda siempre ha tenido detractores que la han criticado como frívola y banal, y es cierto, muchas veces en nombre de lo “estético” puede llegar a serlo, sin embargo no se puede anular el rol social, histórico, humano, de identidad y artístico que la moda puede llegar para tener. Pero… qué sucede cuando la moda se inspira en una tragedia histórica, en este caso, en la época del terrorismo en el Perú.


Esta semana, en la cuenta de Facebook de un estudio de fotografía, aparecía un post que decía: “Chequeen nuestra última editorial inspirada en el terrorismo del Perú”. La editorial se llamaba “No olvido ni perdono” y ahora ya la han retirado de circulación, debido a la indignación que ha causado esta propuesta fashionista.



La Editorial de moda mostraba a una modelo de tez blanca y ojos azules, ropa desgarrada y desgastada, en medio de unas casas destruidas, bajo una estética de desolación y miseria. De inmediato, los comentarios de varios de sus seguidores fueron de puros elogios, felicitaciones y reconocimiento al trabajo artístico y la calidad de las imágenes. Comentarios muy ajenos y distantes de las implicancias que significa hablar del terrorismo que sufrimos miles de peruanas y peruanos durante los años de 1980 y 2000.


Las fotografías nos recuerdan a las que fueron tomadas por Vera Lentz y Óscar Medrano, en donde retrataban principalmente la resistencia y tragedias de las poblaciones campesinas, las principales víctimas civiles del terrorismo.



En la editorial de moda se trató de recrear este ambiente de destrucción, vulnerabilidad y horror, con una modelo cuyo aspecto es desolador y maltratado, la colección que se muestra en la editorial se llama “Cicatrices” y ha sido inspirada en el terrorismo.



Las prendas lucen maltratadas y destruidas con un efecto de desgaste post apocalíptico,  incluso en uno de sus polivestidos, el morado, tiene la palabra "Tarata" estampada en el pecho.


Haciendo memoria, Tarata fue el atentado terrorista más sanguinario en Lima.



La critica ha venido por varios flancos, fue compartida muchas veces y diversos usuarios comenzaron a comentar la publicación con opiniones desaprobatorias y de indignación, criticaban que no tenía sentido ni reflexión, que era ofensivo e irrespetuoso, incluso uno escribió que su padre había perdido la vida en el terrorismo y ahora tenía que ver esto. Pero el comentario que resume en gran medida todo este sentir colectivo fue el del periodista y narrador Jerónimo Pimentel, quien comentó "hay un indicador inequívoco de derrota social: cuando el horror se frivoliza para convertirlo en mercancía. Esto es nauseabundo e indignante”.



El diseñador se defendió diciendo que su familia había sido afectada por el terrorismo y que lo que pretendía con su colección era sensibilizar a los jóvenes que no vivieron esa época. Sin embargo, aceptó que probablemente la forma de comunicarlo no fue la correcta. El fotógrafo y dueño del estudio que realizó la editorial hizo lo propio y pidió disculpas para luego retirar las imágenes. Muchos amigos, familiares y seguidores de los involucrados, los apoyaron argumentando que los críticos de su trabajo no entienden el arte. 



Pero lo cierto, es que el arte puede inspirarse en etapas desastrosas, en la miseria, la pobreza, el terror y el terrorismo. El arte sirve para comunicar, no sólo es estético también es un medio para traer a la memoria sucesos trágicos, para protestar, exponer puntos de vista, puede tocar puntos sensibles, dolorosos y difíciles, creando espacios de reflexión y de debate; y el diseño de moda como una expresión artística puede hacerlo, así como lo hizo Lucia de la Cuba, quien realizó una colección de art fashion inspirándose en la violación de los derechos humanos de las mujeres al no cumplir con el artículo 6 de la Ley General de Salud, sometiendo a las mujeres campesinas a las esterilizacions forzadas durante el gobierno de Fujimori.


Dicha colección trató el tema con delicadeza, sin herir susceptibilidades y jamás fue comunicada de manera frívola, llamaba a la refelxión y hasta la imagen de las modelos fue cuidadoso como se puede ver en la imagen de abajo, ellas no intentabn lucir destruidamente chic como en esta editorial. Entonces, no se puede utilizar el arte con el pretexto de mostrar un tema cuya herida aún está abierta en el pais, de manera tan superficial y sin mayor reflexión ni conceptualización del tema, en donde la estética es la que ha predominado, la colección ha retratado de manera muy superficial, simplista y literal la época del terrorismo, ropa destruida e incluso adornos en bolsos en forma de granadas, donde predominaba la estética antes que la comunicación y reflexión sobre este desgarro en la historia nacional, y las modelos obviamente blancas con una estética nostálgica y descuidada pero chic.



Lo que sucede es que hay que saber como tratar estos temas desde un punto de vista artístico siendo respetuosos con la memoria, no se puede comercializar con la memoria dolorosa nacional. Memoria que según la Comisión de la Verdad (CVR), se estima que fueron aproximadamente 70,000 ciudadanas peruanas y peruanos asesinados, principalmente campesinas y campesinos quechuablantes y pobres de las zonas rurales, no fueron personas limeñas y blancas de ojos azules, significó la tortura de mujeres y hombres, violaciones sexuales de miles de mujeres, asesinatos de miles de niños, etc.


La cifra de víctimas es la más grande que el Perú ha llorado en sus 182 años de independencia. Por lo que la apropiación de la moda del suceso más trágico y reciente de la historia del país de una manera tan simplista, superficial y banal, sin mayor cuidado en su composición y concepto ha representado una falta y una ofensa a la memoria y a los descendientes de las víctimas de esta herida nacional que al Perú aún le falta curar.


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